Nos encontramos en un momento clave para los sistemas operativos. Windows 10, uno de los pilares de Microsoft durante la última década, se acerca al final de su ciclo de vida oficial, programado para octubre de este año. Con su soporte técnico a punto de extinguirse, millones de usuarios enfrentan una decisión: actualizar a Windows 11, pagar por soporte extendido o buscar alternativas. Entre estas últimas, Linux emerge como un contendiente que, aunque históricamente ha sido un actor secundario en el escritorio, parece estar ganando terreno. Pero, ¿realmente está Linux aprovechando este cambio para sumar usuarios? Vamos a explorarlo.
Windows 10 ha sido un titán en el mercado de los sistemas operativos. Desde su lanzamiento en 2015, conquistó a usuarios por su estabilidad, familiaridad y compatibilidad con una amplia gama de hardware y software. Sin embargo, su sucesor, Windows 11, no ha generado el mismo entusiasmo. Los requisitos mínimos, como el módulo TPM 2.0 y procesadores relativamente modernos, han dejado fuera a muchos equipos que aún funcionan perfectamente con Windows 10. Esto, sumado a críticas sobre su interfaz y la integración de funciones de inteligencia artificial que no todos encuentran útiles, ha generado cierta resistencia. A medida que el reloj avanza hacia el fin del soporte gratuito, la pregunta no es solo cuántos migrarán a Windows 11, sino cuántos mirarán más allá de Microsoft.

Aquí es donde Linux entra en escena. Este sistema operativo de código abierto, nacido en 1991 de la mente de Linus Torvalds, nunca ha dominado el escritorio como lo hace en servidores o supercomputadoras. Sin embargo, los datos recientes sugieren un cambio. Según Statcounter, en julio de 2024, Linux alcanzó un 4,45% de cuota de mercado en escritorios a nivel global, su máximo histórico. Si bien sigue siendo una fracción frente al 70% de Windows, este crecimiento sostenido —del 1,58% en 2019 al 4,03% en febrero de 2024 y más allá— indica una tendencia. ¿Qué está impulsando este aumento? La salida de Windows 10 podría ser un factor, pero no el único.
Primero, hablemos de accesibilidad. Hace dos décadas, instalar Linux era una tarea para entusiastas dispuestos a lidiar con terminales y configuraciones manuales. Hoy, distribuciones como Ubuntu, Linux Mint y Zorin OS han simplificado el proceso. Estas ofrecen interfaces pulidas que recuerdan a Windows, instaladores intuitivos y soporte para hardware común. Para un usuario promedio que teme perderse en comandos técnicos, estas opciones son un puente amigable. Zorin OS, por ejemplo, permite personalizar el escritorio para imitar Windows 10 y 11, reduciendo la curva de aprendizaje. Esta evolución ha hecho que Linux pase de ser un sistema «para expertos» a uno viable para cualquiera.
Segundo, está el tema del hardware antiguo. Muchos equipos que no cumplen los requisitos de Windows 11 siguen siendo funcionales. Linux, con su ligereza y flexibilidad, les da una segunda vida. Distribuciones como Linux Lite o Lubuntu consumen pocos recursos, permitiendo que máquinas de hace diez años operen sin problemas. Para quienes no pueden o no quieren invertir en un PC nuevo, esta es una solución atractiva. En un mundo donde la sostenibilidad importa, extender la vida útil del hardware es un punto a favor que Linux explota con éxito.
Tercero, la privacidad y el control. Windows 10 y 11 han sido criticados por su recolección de datos y actualizaciones forzadas. Linux, al ser de código abierto, ofrece transparencia: los usuarios pueden ver qué hace el sistema y personalizarlo a su gusto. En una era donde la desconfianza hacia las grandes tecnológicas crece, esta autonomía resuena. Además, no hay licencias costosas ni suscripciones; Linux es gratuito, un alivio para quienes ven el soporte extendido de Windows 10 como un gasto innecesario.

Pero no todo es un camino de rosas para Linux. La compatibilidad con software comercial sigue siendo un obstáculo. Programas como Adobe Photoshop o AutoCAD no tienen versiones nativas, y aunque herramientas como Wine o soluciones basadas en la nube ayudan, no siempre son suficientes para profesionales o gamers. Hablando de juegos, la Steam Deck de Valve, basada en Linux, ha elevado su perfil entre jugadores, y Steam reporta un aumento en usuarios de Linux, pero Windows sigue siendo el rey indiscutible en este terreno. Para el usuario cotidiano, sin embargo, alternativas como LibreOffice o GIMP cubren la mayoría de las necesidades.
Entonces, ¿está Linux ganando usuarios específicamente por la salida de Windows 10? No hay datos definitivos que lo confirmen al 100%, pero hay indicios. En foros y redes sociales como X, se observa un creciente interés en distribuciones Linux entre quienes buscan alternativas al ecosistema Microsoft. El descontento con Windows 11, combinado con el fin de soporte de Windows 10, crea una ventana de oportunidad. Un ejemplo curioso es el rol de Microsoft mismo: su Windows Subsystem for Linux (WSL) ha familiarizado a muchos con herramientas Linux dentro de Windows, allanando el camino para una transición completa.
Sin embargo, la inercia juega en contra. Windows lleva décadas siendo el estándar, y cambiar implica esfuerzo. Para muchos, la familiaridad pesa más que las ventajas de Linux. Además, el marketing de Microsoft, aunque menos agresivo que en los días de Ballmer, sigue siendo masivo comparado con el de Linux, que depende de su comunidad. A corto plazo, es probable que más usuarios opten por Windows 11 o se queden en un Windows 10 sin soporte antes que dar el salto.
En conclusión, Linux está ganando usuarios, y la salida de Windows 10 podría acelerar este proceso, pero no estamos ante una revolución inminente. Su crecimiento es gradual, impulsado por mejoras en su uso, rechazo a las políticas de Microsoft y un contexto tecnológico que favorece opciones abiertas. Para 2025, con Windows 10 oficialmente fuera del soporte gratuito, veremos si este sistema logra romper la barrera del 5% o más. Por ahora, Linux no destronará a Windows, pero sí está tallando un espacio más grande en el escritorio. Animate a probarlo.