La tecnología de telecomunicaciones ha evolucionado significativamente en las últimas décadas, y el despliegue del 5G está marcando un antes y un después en la conectividad global. Sin embargo, mientras el 5G aún se encuentra en fase de expansión, los investigadores y empresas ya están trabajando en la sexta generación de redes móviles (6G), que promete revolucionar la forma en que interactuamos con el mundo digital.
El presente y futuro del 5G
El 5G ha sido desarrollado para ofrecer mayor velocidad, menor latencia y una conectividad más eficiente en comparación con el 4G LTE. Actualmente, se están implementando redes 5G en muchas partes del mundo, lo que permite avances en Internet de las Cosas (IoT), vehículos autónomos, ciudades inteligentes y realidad aumentada. Con velocidades que pueden superar 1 Gbps y una latencia inferior a 10 milisegundos, el 5G ha abierto la puerta a nuevas aplicaciones que requieren comunicación en tiempo real.
A pesar de sus ventajas, la adopción del 5G enfrenta desafíos, como la necesidad de una infraestructura densa de antenas y estaciones base, lo que implica altos costos y desafíos regulatorios. Además, en algunas regiones, la cobertura sigue siendo limitada, especialmente en áreas rurales.

Hacia el 6G: ¿Qué podemos esperar?
El 6G se encuentra aún en sus primeras etapas de investigación y desarrollo, pero se espera que supere ampliamente las capacidades del 5G. Se estima que esta nueva generación de redes móviles podría estar operativa alrededor del 2030 y traería consigo velocidades de hasta 1 terabit por segundo (Tbps), lo que permitiría descargas y transmisiones de datos a una velocidad sin precedentes.
Uno de los aspectos más innovadores del 6G será la integración de inteligencia artificial (IA) y computación en la nube en la gestión de redes, permitiendo una comunicación más eficiente y adaptativa. Además, se prevé que el 6G utilizará terahercios (THz) y tecnologías cuánticas, lo que mejoraría la transmisión de datos a largas distancias sin pérdida de calidad.
Otra característica clave del 6G será su capacidad para conectar millones de dispositivos por kilómetro cuadrado, lo que potenciará la automatización industrial, la medicina remota avanzada y la interconectividad entre humanos y máquinas a niveles sin precedentes. También se espera que el 6G juegue un papel crucial en el desarrollo del metaverso y la realidad extendida, ofreciendo experiencias digitales más inmersivas.
Desafíos y expectativas
El desarrollo del 6G no está exento de desafíos. Su implementación requerirá una infraestructura completamente nueva, lo que representará grandes inversiones por parte de gobiernos y empresas. También surgirán preocupaciones en torno a la seguridad, privacidad y el consumo energético, ya que la nueva red demandará una gestión eficiente de recursos para evitar impactos ambientales negativos.
A pesar de estas dificultades, el 6G representa una oportunidad sin precedentes para mejorar la conectividad global, reducir la brecha digital y transformar sectores como la salud, la educación y la automatización industrial. En los próximos años, veremos cómo las empresas tecnológicas y los organismos internacionales trabajan en conjunto para hacer realidad esta nueva era de las telecomunicaciones.
Posibles riesgos para la salud
La implantación de redes 5G y el futuro desarrollo del 6G han generado un intenso debate sobre sus posibles efectos en la salud humana y el medio ambiente. Aunque las instituciones reguladoras como la Comisión Internacional de Protección contra las Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP) sostienen que los niveles de exposición actuales no representan un riesgo grave para la salud, existen preocupaciones sobre los efectos biológicos no térmicos de estas tecnologías que aún no han sido suficientemente estudiados ( ¿Es peligroso el 5G para la salud? ).
Algunas investigaciones sugieren que la exposición prolongada a las ondas milimétricas del 5G podría tener efectos adversos en la salud, aunque no hay consenso científico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado las radiofrecuencias como un posible carcinógeno de nivel 2B, lo que significa que podría haber un riesgo bajo de desarrollar cáncer, aunque sin pruebas concluyentes. Además, hay estudios que indican un posible aumento en la incidencia de tumores cerebrales entre los usuarios intensivos de dispositivos móviles (El impacto para la salud del 5G: el estudio científico que asesora a las y los europarlamentarios • Ecologistas en Acción).
Otro problema señalado es que el 5G aumenta la cantidad de dispositivos conectados, incrementando la exposición a radiaciones electromagnéticas. Aunque la mayoría de los estudios se centran en los efectos térmicos de estas radiaciones, hay evidencia que sugiere que incluso niveles más bajos podrían tener efectos biológicos, como alteraciones en el sistema nervioso o el estrés celular (Sí, el 5G es peligroso para la salud y el planeta – Cambio16).

Impacto ambiental
La infraestructura necesaria para el 5G y 6G requiere un gran número de antenas y centros de datos, lo que implica un aumento significativo en el consumo energético. En un contexto de crisis climática y crisis energética, esto representa un reto importante para la sostenibilidad (Redes 5G y 6G: las implicaciones sociales y ambientales de la hiperconectividad que se avecina). Además, la fabricación de dispositivos compatibles con estas tecnologías implica una mayor demanda de minerales y tierras raras, generando impactos ambientales negativos, como la contaminación del suelo y el agua.
También se ha señalado que las ondas electromagnéticas pueden afectar a la fauna, especialmente a aves e insectos, aunque aún se necesitan más estudios para evaluar estos efectos con precisión.
¿Es peligrosa su implantación?
El despliegue de estas tecnologías sigue adelante sin estudios concluyentes sobre sus efectos a largo plazo. Algunos expertos han solicitado una moratoria en la expansión del 5G hasta que se realicen más investigaciones, mientras que otros defienden su seguridad bajo las regulaciones actuales. En cualquier caso, la prudencia y una mayor supervisión científica podrían ser clave para garantizar un desarrollo tecnológico seguro y sostenible.